martes, 8 de enero de 2013

EXTRAÑO EN EL CIELO


Dijo que venía del cielo, de ese que tantos ansían alcanzar
y no parece que muchos logren.
El volvió de allí, no le gustaba el blanco porque siempre había estado
sucio de tierra, de hambre, de miseria. Aquella cosa tan limpia, le daba como pena.
No se encontraba a gusto en aquel sitio. Le pidió a la luz que le dejase ir
que "aquello" no era para él. Demasiados remilgos, mucho silencio de paraíso
A él le gustaba el jaleo, la bullanga de calle, los coches y olor de las putas, tan perfumadas ellas que casi morías, del bofetón a colonia barata, pero tan conocida, que te daba hasta gusto marearse.
No supo cuánto tiempo estuvo allí. Todos le miraban como a un bicho raro. Ellos tan limpios por todas partes y él, que no quiso quitarse la ropa ni taparse la sangre que los dos tiros le sacaron de dentro. Aunque, ahora no se le veían los agujeros.
Estaba contento de haberse puesto en medio del fregado, porque Martín no sufrió daño, lo vio llorando, con los mocos fuera mientras le subían en el carro de la funeraria.
A Martín, pobrecito, aquellos salvajes no le hicieron nada.
Esa gentuza que mataba críos sin familia, por dinero.
De súbito se calló, incorporándose como si hubiese recordado algo.
No me dijo su nombre, sólo que no quiso quedarse allí arriba, que no se le había perdido nada entre aquella gente tan rara.
Me sonrió y yo me quedé como traspuesta sin poder pensar en nada o pensando tanto
que me perdí en el paraíso de su cuento.

Mabel Escribano 

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