Alguna vez la lleve conmigo
desde mi boca al infierno
desde su lengua, al cielo
aunque nunca supimos
bajarnos de esa nube
donde nos subimos
me distrajo su belleza
me vio caer y no alcanzó
a darme su mano
la oí gritar mi nombre
mientras mi cuerpo se hundía inerme
en el inmenso azul de la distancia.
Me queda su olor a hembra
subiéndose por mi memoria
como por escaleras que no van
otro lugar que a mi sexo.
Me queda la caricia
colgada de su nombre
y su nombre en otra boca
borrando el sabor de la mía.
La miré fascinada
como quien ve la luz por vez primera
me adentré en los rayos de sus formas
suspiré cada rincón de su piel
acaricié sin manos las delicadas curvas
de sus caderas
bese sin labios las doradas circunferencias
de sus pechos y mi boca se abrió
con sed a sus pezones erectos
sin acercarme a ellos.
La amé en su belleza solitaria
en la oscuridad de sus noches
rodeada de silencios
en aquella fría sala del museo.
Tu voz llora a la mía
rotos los espejos
donde mirarnos mutuamente
abriéndonos al erotismo del sonido
agitadas en otras lenguas
donde la torpeza del acento
ponía el encanto al hecho.
Trémulas al hacer el amor
guturales en el orgasmo
desfallecidas la una en la otra
con la alegría agitada
columpiándose en las cuerdas
vocales.
Hoy tu voz, navega mi piel
mi voz la tuya
anegadas en llanto
sin monedas para Caronte.