Aquel día se había muerto,
en plena calle,
y nadie quería enterrarlo.
Se apoderó de la gente,
pánico a un posible contagio.
El día siguió poniéndose cada vez,
más rígido y cetrino
oliendo a humedad y a pobre,
que nadie quiere tocar por si se ensucia.
No hubo un juez para levantar el cadáver,
solo un pequeño abrió su mochila,
y sacando el babi del colegio,
le tapo la cara con un gesto piadoso.
Dicen que lo enterraron a escondidas,
en una tumba común.
En el atestado no figuró un nombre,
era un día anónimo, sin pedigrí,
como otro cualquiera.
en plena calle,
y nadie quería enterrarlo.
Se apoderó de la gente,
pánico a un posible contagio.
El día siguió poniéndose cada vez,
más rígido y cetrino
oliendo a humedad y a pobre,
que nadie quiere tocar por si se ensucia.
No hubo un juez para levantar el cadáver,
solo un pequeño abrió su mochila,
y sacando el babi del colegio,
le tapo la cara con un gesto piadoso.
Dicen que lo enterraron a escondidas,
en una tumba común.
En el atestado no figuró un nombre,
era un día anónimo, sin pedigrí,
como otro cualquiera.
imagen: ilse-bing
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