Nunca pasa nada,
pero pasa.
Abundan las cicatrices,
de aquellas heridas lejanas.
Las débiles rodillas de la infancia,
quedan marcadas por el daño,
y siguen arrastrándose,
y siguen arrastrándonos,
y se hacen compañeras de una piel rota.
Nunca pasa nada,
en el tiempo de los pantalones cortos,
y las trenzas enlazadas.
Solo las marcas apenas visibles,
son agujeros negros que,
pese al tiempo transcurrido,
un día u otro se nos tragan.
mabel escribano
d.r.
imagen: Google
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