sábado, 26 de mayo de 2012

EL COMPRADOR DE HORAS



Sentada en el bordillo de la vida, vende sus horas de soledad, al módico precio de una cama en la pensión de la media hora y un preservativo que les impide enamorarse de sus ojos tristes y su cuerpo de gata.
Se sujeta al humo diario, hijo de la levedad de una existencia de ocho de la noche a cinco de la madrugada.
El hombre la mira con la tristeza del comprador de horas
que nunca alcanza el precio de su sonrisa sincera.

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