Se marchó a New York porque en Barcelona las cosas estaban poniéndose difíciles.
Vendió los mejores cuadros de su exposición a menos precio del pactado con su marchante. Alquiló su estudio a un japonés amante de Gaudí y partió con seis direcciones hacia aquella ciudad que iba a ser para ella el París de los años veinte.
No dejaba nada atrás. Salvo el mar que sabía echaría de menos.
Patricio -su marchante- tenía buenos contactos en la gran manzana y le aseguró que al llegar le habrían conseguido un buen estudio para poder seguir con su obra.
Jack -el socio de Patricio en América- la esperaba en el aeropuerto.
No era un hombre muy hablador y no le importó, su ingles era bueno, pero el viaje la había cansado.
El estudio estaba en una zona algo apartada en Brooklyn.
Había sido un matadero o algo así.
Subieron en un ascensor de aquellos que salían en las películas de miedo, que tanto le gustaban a su hermano.
Era una sala inmensa unos trescientos metros, Jack le dijo que, por la mañana vendrían a traerla el material que había encargado, las telas eran enormes. Pensó en la manera de situar la sala, acondicionando una parte para vivienda.
Oscureció con rapidez y se acercó al cuadro de luz para encender la sala. Algo falló. Tan sólo le faltaba eso. Estaba muerta de sueño, no le gustaba estar a oscuras en un lugar que desconocía.
Abrió la maleta tratando de encontrar la linterna y entonces lo notó. Tras de sí un ruido silbante, una extraña respiración. Optó por quedarse quieta.
Apenas respiró para poder escuchar nuevamente el sonido....allí estaba, casi encima suyo
No se atrevía a moverse.
No supo cuánto tiempo pasó, una eternidad...Se sentía anquilosada, le dolían los riñones pero trataba de no caer al suelo. No quería hacerlo pero, recordó todas las películas americanas, Viernes trece....o catorce, no importaba...tenía frío y sudaba.
El jet lag la estaba matando, no quería caer, no quería.....y sin poderlo evitar sucedió.
Abrió los ojos, y tuvo que cerrarlos inmediatamente, sorprendida por la luz que entraba a través de los ventanales inmensos que unos operarios estaban limpiando. La llamaba una voz extraña, alguien la llamaba...
-Montse...Montse....la cara de Jack la miraba con sorpresa...
¿Dormiste en el suelo?.
No me acordé de avisarte, dentro de un rato vendrán a por los gatos.
Entonces los vio, diez o doce gatos, subidos en las traviesas del techo la miraban con cierta e irónica complacencia.
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