Voy y vengo,
de la soledad a la compañía.
Me acaricia la brisa de mi propio amor,
de mi deseo por conocer, por saber,
de ése aprendizaje que es vivir.
Voy y vengo,
de amores perdidos,
de espejismos creídos y creados por mi ilusión,
más propia de una adolescente que,
de una entrada ya en eso que llaman,
tercera o cuarta sinfonía.
De un amor sincero y difícil,
de poetas que se miran en el espejo de la ilusión,
acunados por metáforas que sin ser irreales,
son escasas, aunque duraderas.
Voy y vengo,
de creencias aplastadas,
de ideas perdidas,
de saber que un ser humano no es dios,
y que dios, si existe, no está a mi alcance.
Y ahora, en éste mismo instante,
ya no sé si voy y vengo,
o tan sólo voy en busca de un epílogo digno,
del penúltimo poema,
del último orgasmo con la vida,
del beso que me vuelva rana,
porque ya me tiene harta esto de ser,
un salmón sin río donde regresar a desovar.
Me acaricia la brisa de mi propio amor,
de mi deseo por conocer, por saber,
de ése aprendizaje que es vivir.
Voy y vengo,
de amores perdidos,
de espejismos creídos y creados por mi ilusión,
más propia de una adolescente que,
de una entrada ya en eso que llaman,
tercera o cuarta sinfonía.
De un amor sincero y difícil,
de poetas que se miran en el espejo de la ilusión,
acunados por metáforas que sin ser irreales,
son escasas, aunque duraderas.
Voy y vengo,
de creencias aplastadas,
de ideas perdidas,
de saber que un ser humano no es dios,
y que dios, si existe, no está a mi alcance.
Y ahora, en éste mismo instante,
ya no sé si voy y vengo,
o tan sólo voy en busca de un epílogo digno,
del penúltimo poema,
del último orgasmo con la vida,
del beso que me vuelva rana,
porque ya me tiene harta esto de ser,
un salmón sin río donde regresar a desovar.
mabel escribano
d.r.
imagen: google
d.r.
imagen: google
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