porque no es amor lo que le ofrece, es pasión; juego; mentira y ese no querer
ser plato de una mesa, que no le satisface.
Ella le detesta tanto como le ama.
Hay un collar de mentiras sobre la mesilla de noche. Un reloj que no es el que ella le regaló
y una cartera con fotos de sus hijos.
El la llama y ella corre. Unas horas previstas, una pasión más o menos rebajada por los años
y un "es tarde, ya sabes los chicos, me esperan en casa" que se clava en su pecho desnudo y aún caliente.
Llena de su olor, de su deseo, que satisfecho, tiene prisa en marchar en busca de lo cotidiano, de esa rutina que le complace, cuando el cuerpo ha satisfecho su necesidad de placer con algo de adrenalina, por aquello de “lo no permitido”.
Sola en el hotel sin prisa, sin querer pensar, contempla las medias rotas, esas medias carísimas
de las él no se percató.
El tiempo la mece a cámara lenta mientras se viste.
Retrocede con su imaginación mientras recoge su mata de pelo, en un moño que la vuelve a una mujer corriente, lejos de la meretriz que ha sido horas antes entre sus brazos.
De camino a casa, conduce sin prisa, relajada y serena, consciente de la rutina que encontrará.
Al entrar, escucha el barullo en la cocina...
Besa a su hija quitándole una mancha de harina que se había posado en su nariz.
¿Y tu hermano? Pregunta sin mucho interés....
-En su cuarto, conectado, como siempre.
¿Que tal el viaje a Barcelona?
-Bien, ya sabes, rutina.
Germán sonríe y la mira acercándose a besarla..
-Estás preciosa, le dice al oído.
- Ya mi amor, pero ten cuidado...otra vez te dejaste el reloj en la mesilla de noche....
- Menos mal que me di cuenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario