Como el agua,
arrastro fango propio y ajeno.
He besado orillas,
de las que no recuerdo el sabor.
Me han encerrado en acequias,
enjaulado en estanques,
con peces de plástico.
En mi delirio, desesperada,
he sido agua subterránea,
a punto de ahogarme
en mi propio lodazal.
La tierra generosa,
me abrió su vientre y salí a la luz,
corriendo aún joven entre riberas,
acariciada por los verdes sauces.
Hoy vuelvo a ser.
No presumo de afluentes,
todos somos ríos,
con destino a un mismo anonimato.
imagen: Google
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