Se me escapa el dulce sabor
a nostalgia de trenzas y pantalones cortos,
mientras se me acogota el alma,
dentro del forro de mi cuerpo.
Tengo laceradas las manos
de tanto sujetarme,
mordidas las ganas de dejar de ser,
me la paso rompiendo madrugadas
con los dientes de las arpías auroras.
Nada se acomoda al pensamiento,
nada es libre, salvo el que riéndose
de la libertad, paga al carcelero,
para que mate en silencio,
las esperanzas de los humildes.
Hay un sabor de acibar en la boca del pobre,
mientras las colinas, se mueren de sed,
el mar revienta de muertos,
las espaldas se encogen,
como si no pasara nada.
Al otro lado de la calle,
un muchacho, lanza una cometa,
un hombre juega a la pelota,
otro se arrodilla y pide pan para sus hijos,
el charco es atropellado por un coche,
y muere en el lomo de un perro dormido.
Aquí la vida sigue, allá transcurre,
con pena para llevarse a los ojos,
morir no cuesta nada,
sobre todo,para los que te matan lentamente.
imagen: Majid Saeedi
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