lunes, 11 de marzo de 2019

TAL VEZ

Tal vez ella fue la causa de todo,
el sonido de su voz prendida,
en las paredes de la noche.
El hambre colgada de la percha,
junto al sombrero del ausente.
No había más que miedo,
sonidos que explotaban dentro de su cabeza,
llena de alambradas.
Sus manos prendidas en las espinas de hierro,
sangrantes afluentes hacia el mar del suelo.
No,
no hay espacios vacíos,
hay dolores invisibles,
gritos internos que no escuchamos,
o no queremos escuchar.
La velas bailaban la danza oscilante del si o no,
del ahora o luego,
aunque ahora no venían,
y para luego era tarde.
El viento tiró la puerta de cartón,
ellos -los otros- descolgaron del garfio la nocturna dama,
presa de si misma en un reflejo.
Bajaron de la percha,
el hambre para comérsela,
devolviendo al hombre el sombrero,
esperando, ilusos,
tapar la ignorancia.

Imagen: google 

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