viernes, 21 de febrero de 2020

PALABRAS VACÍAS

Aprendí de niña en el teatro que,
el aplauso no se come.
Que el hambre no se va de la boca,
sin darle algo más que un espacio de vanidad.
El frío sigue aún sabiéndote el papel de memoria,
y la ovación de un buen mutis no vale,
lo que el calor de un buen fuego.
La palabra precisa,
la vulgaridad de un personaje,
el vestuario de una alta comedia,
no hace que se callen los sonidos,
del vacío en el estómago.
Los hermosos textos durmiendo,
en la cama de nuestra memoria,
son inservibles para calentarnos.
Y de nada vale el laurel del éxito,
sin una olla con carne en la que cocerlo.
Aprendí de niña a esconder el hambre.
Luego tuve que esconder otras hambres,
en la caja de mi sonrisa.
Y crecí sabiendo que la palabra por sí sola,
no nutre si no la llenas de hechos.


Imagen: Google

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