lunes, 15 de agosto de 2011

HISTORIA DE AMOR




Nunca la amaron.
Nunca tuvo una historia, ni tan siquiera un poco de historia.
Su vida había sido tan lineal, como la regla con la que explicaba a sus alumnos el centímetro.
Hija única de unos buenos padres, se crió en el pueblo y en la pequeña capital, hizo la carrera de maestra sin sobresaltos.
No destacó en nada.
Ni fea ni guapa, ni gorda ni delgada...poco amiga de bromas, aceptaba las que sus compañeros le hacían, sin protestar demasiado, por eso, nunca llamó la atención.
Le dieron una plaza en el mismo pueblo y durante todos los años, que apenas se percató que pasaron, fue una buena maestra de matemáticas.
No tuvo novio.
No la pretendieron.
Sin percatarse, pasaron los años.
Un día se hizo mayor. Le hicieron una fiesta; le dieron el reloj chapado en oro y lo metió en su bolso sin darle más importancia que la que sus propios alumnos le habían dado.
Fallecieron sus padres. Vendió todo cuanto tenía y se compró un piso en la gran ciudad.

Apenas se relacionaba con sus vecinos.
Unos cuantos saludos de cortesía y poco más.
Los domingos paseaba por el mercado de San Antonio rebuscando entre las fotografías relativamente antiguas.
Aquel domingo lo encontró.
Sonreía apoyado en una ventana.
Era un hombre hermoso.
Alto y esbelto, con un bigote a lo Clark Gable.
Se quedó la foto sin discutir el precio, y a la mañana siguiente compró un marco de plata.
Poco a poco fue surgiendo su historia romántica con Ricardo.

Consiguió hacer cierta amistad con algunas vecinas.
De vez en cuando tomaban café en el bar de la esquina.
Hablaban de sus problemas .
Ella aprovechó para hablar de el.
Con la excusa de tomar café, las invitó a su casa.
Realmente quería presentarles a su novio.
Se esmeró. Repasó una y otra vez tazas y platos, así como los dulces y en primera fila,
colocó la foto de aquel hombre que había llenado su vida..
Vinieron `puntuales, y ella pudo relatarles su noviazgo con todo lujo de detalles. Escuchaban emocionadas.
“El la había amado hasta la muerte, hasta que en aquella carretera....”
Entonces sucedió.
Llegó la señora Remedios, la vecina del cuarto segunda.
Miró la fotografía y tomándola preguntó sorprendida
¿Pero que hace usted con la foto de mi abuelo Raimundo?.

Había pasado un mes y pese a los cuidados de la señora Remedios, -su vecina-, no podía levantarse de la cama.
Miraba con recelo la foto.
Ella apenas había escuchado los comentarios irónicos, ni se había percatado de las miradas de conmiseración


Le buscó en la mesilla de noche, y le espetó con un enorme reproche.....¿¡Raimundo!?...
¿No me habias dicho que te llamabas Ricardo? .



Mabel Escribano
y la amable colaboración de
Silvia Martínez Coronel
Derechos Reservados.

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