De vez en cuando
-muy de tarde en tarde-
juego a desmontar la noche.
Quito las estrellas
ahuyentando a los díscolos luceros.
Sola frente a ella
sonrío desnudándola lentamente
doblando con mimo el negro satén
que la envuelve haciéndola hermosa.
La dama blanca, al verse sin vestido
se torna rojiza corriendo tras el sol
semidormido, recién caído
de la cama del horizonte
sin bañarse en el mar
despeinados sus rayos
alcanzando la cima
con el piolet de las horas
subiendo a trompicones
por un cielo de atrezzo desmontado.
De vez en cuando
intento ser una pequeña diosa
por saber, a qué sabe
dejar desnudo el cielo de una noche
como aquellas otras en las que
-muy de tarde en tarde-
sentí, como hoy
ahogarme de tristeza.
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