Hay noches que el frío,
me congela el recuerdo,
que me hace saltar las lágrimas
sin más razón que ésa humedad
nocturna y la mirada se me escapa,
tras una bufanda de colores,
una voz taciturna llena de reproches,
rompiendo con alguien,
al otro lado del móvil.
Hay noches que vengo
de visitar el olvido,
de darme cuenta de lo que es
no recordar ni mi nombre ni el suyo.
Cuando salgo de verla,
de verlas a todas tan perdidas,
dentro de sí, tan Matrioskas,
el frío me congela esa parte,
que llamamos alma, y busco,
los colores chillones de alguna bufanda,
enroscada en la juventud de una muchacha,
a la que no le lloren los ojos,
y hable amorosamente por el móvil,
de lo vivido ayer,
en línea con la memoria.
imagen: Google
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