Una mujer se esconde en la caricia,
en la risa carnal de un deseo,
no por conocido menos cautivador.
La curva se hace dueña,
otros brazos toman sus caderas
con fuerza contra la piel
que llama a la suya mientras la desnuda.
Brillan los hombros en la redondez
de un dulce tacto,
en el recoveco del cuello que llama al beso
enlazado a la garganta de un suspiro.
Agitado momento del encuentro,
de ambas lenguas e iguales idiomas.
Senos rotundos,
circunferencias impecables,
coronadas por los dardos erectos,
de unos pezones, duchos en el placer
del húmedo beso.
La seducción se mira en el espejo de una dama,
acariciando a otra.
imagen: Carol
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