Cuando el abrazo se hace silencio,
escrito en la mirada el mensaje.
Cuando el cuerpo habla,
diciendo lo que los labios callan.
Cuando tus manos y las mías,
son el eje de la caricia,
que ignora quién o cuando la inició,
suspirando por entrar la una en la otra.
La vibración se apodera del corto espacio
entre los cuerpos, entendiendo que,
no hay sonidos mas hermosos
que los suspiros del corazón y el alma,
escapándose del cuerpo por la boca.
No hay movimiento más sutil, que el de las caderas,
ejerciendo de pértigas
de un lado al otro del cielo o el infierno
si existe un centímetro de distancia de la una a la otra.
Suma de placeres
enmudeciendo lo ya dicho sin decirlo,
miradas que todo lo abarcan,
pese a estar entornadas las persianas de los ojos.
Y la piel fusionada entre sudor y escalofrío,
dejándose llevar por el instinto liberado de su cadena,
por el sentimiento traducido a delirio.
Boca a boca se fusiona el grito en el camino,
se alarga la espiral, volando al unísono hacia la misma nube,
única y sola en el cielo de la habitación dormida.
imagen: Ricardo Celma
escrito en la mirada el mensaje.
Cuando el cuerpo habla,
diciendo lo que los labios callan.
Cuando tus manos y las mías,
son el eje de la caricia,
que ignora quién o cuando la inició,
suspirando por entrar la una en la otra.
La vibración se apodera del corto espacio
entre los cuerpos, entendiendo que,
no hay sonidos mas hermosos
que los suspiros del corazón y el alma,
escapándose del cuerpo por la boca.
No hay movimiento más sutil, que el de las caderas,
ejerciendo de pértigas
de un lado al otro del cielo o el infierno
si existe un centímetro de distancia de la una a la otra.
Suma de placeres
enmudeciendo lo ya dicho sin decirlo,
miradas que todo lo abarcan,
pese a estar entornadas las persianas de los ojos.
Y la piel fusionada entre sudor y escalofrío,
dejándose llevar por el instinto liberado de su cadena,
por el sentimiento traducido a delirio.
Boca a boca se fusiona el grito en el camino,
se alarga la espiral, volando al unísono hacia la misma nube,
única y sola en el cielo de la habitación dormida.
imagen: Ricardo Celma
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