Me acostumbraron
a dejar el llanto para otro día.
El dolor para mañana
ese que no tenía un "Hoy"
entre bambalinas
y lo tragaba sin masticar
ensayo tras ensayo
con el vino blanco
del quejido, atragantado.
Me acostumbraron
a decir "Si"
queriendo decir "No"
y pudiendo, no supe rebelarme.
Domesticada, sin jaula
paseé entre barrotes
besando la mano
que me daba de comer
latigazos.
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