Cuando el tiempo se vaya
sin decir adiós
mirándome de soslayo
o lo que es peor, de hastío.
Cuando el tiempo se acomode
en lo alto de un peñasco
donde el vértigo no me deje subir
y las piernas parezcan ser de otros
acomodados en las rodillas
pasajeros malditos de peso imposible.
Cuando el tiempo sea eso que se escapa
y los ojos no nos miren de frente
y el perfume ya no huela a perfume
y mi voz sea una triste carraspera.
Cerraré los ojos para recordar sus pasos
abriré la caja donde guardé
los sonidos de sus risas
y besaré el segundo donde dijo mi nombre
aquella que me amó
cuando el tiempo era tiempo.
mabel escribano
d.r.
imagen: google
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