aburridas de mí misma
tirándome por el balcón del hastío.
obstinadas en permanecer
ahogadas en la oscuridad.
Perdidas, ciegas
sin otra cosa que los ojos del vacío
torpe lazarillo, desconocedor
del camino de salida.
Beatos sentados
esperando que les coronen
gritando la maravilla de su santidad
refocilándose ante los demás de serlo.
Serpientes inocentes
con dolor de estómago
vomitando manzanas verdes.
Paraísos vacíos, rotos, desmontados.
Colecciono desastres sin arreglo.
Cromos que la vida ha roto.
Maravillas cojas, sin muletas donde apoyarse.
Líneas rectas torcidas
paralelas, ansiando besarse la una a la otra.
Llantos silenciosos, a gritos,
a puñados
a interiores, sin salida
olvidándose el pañuelo del dolor
en el bolsillo de un amanecer demasiado lejano.
Y una flor sin agua que me mira
desde sus pétalos ajados y cansinos
que sin decirme nada me mira y, me colecciona.
mabel escribano
d.r.
imagen: google
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