de hacer ver que lo habíamos perdido.
¿Cómo perderle pasando cada mañana
de camino al trabajo por
la Jefatura de Policía de Vía Layetana?
Los gritos de los presos comunes y políticos
resonaban más que los coches
más que los aviones llenos de turistas
que venían buscando "la paz de los españoles".
¿Cómo no entrar en pánico
viendo avanzar al galope cientos de caballos
clavando las pezuñas sobre los adoquines de
la Plaza de la Universidad.
La sangre de aquel pobre hombre
que al igual que yo "pasaba por allí"
me lavó la cara aclarando mis ideas.
Yo no perdí el miedo
me lo tragué junto con su sangre
un hermoso día de primavera
cuando los turistas llegaban a España
en busca de sus playas
su paella y su paz.
mabel escribano
d.r.
imagen: google
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